La ganadería de San Isidro lidió una novillada sin fondo que dio al traste con las ilusiones de Javier Zulueta y Adrián Centenera, cuya disposición fue premiada con una oreja. El rejoneador Sebastián Fernández perdió la puerta grande con el rejón de muerte.

Carlos Bueno.-  Fueron nobles pero no tuvieron las fuerzas mínimas para seguir las telas hasta el final. Fueron bonitos pero no tuvieron la casta mínima para que pudieran sacar el buen fondo que parecían tener. Los de la ganadería de San Isidro imposibilitaron que las faenas tuviesen ritmo, ni transmisión, ni emoción; un muro infranqueable contra el que se pegaron los novilleros, que, para más inri, como viene siendo norma a lo largo de toda la feria, se empeñan en alargar tanto sus trasteos, que acaba resultando contraproducente, con los astados sin poder ayudar a la hora de la suerte suprema.

La predisposición de Adrián Centenera fue incuestionable. Estuvo muy firme y decidido toda la tarde, comprometido en su colocación, atornillado a la arena. Logró algún momento de ligazón con el que abrió festejo, que salió suelto en todo momento y que se lo puso casi imposible para entrar a matar, y tiró de valor en un arrimón final frente al cuarto, que apenas duró dos tandas.

Javier Zulueta lució un acusado sentido del temple y buenas formas en su toreo. Estuvo perfecto dándoles tiempo y distancia a sus antagonistas, tan ayunos de fuerzas que impidieron que cuanto realizó tuviese la transmisión necesaria. También se quedó parado el primero de su lote en el momento de estoquear, y se demoró en la suerte final con el último.

El rejoneador Sebastián Fernández volvió a tener la misma mala suerte del día anterior con el rejón de muerte, y lo que iba para máximos trofeos se quedó en una oreja. El granadino esperó al de Hermanos Serrano a portagayola con la garrocha para luego tener que hacer un esfuerzo para clavar los rejones de castigo. A partir de ese momento el animal comenzó a perseguir las cabalgaduras con mayor énfasis, aunque demasiadas veces a arreones. Aún así le permitió dibujar el toreo a caballo de forma intermitente, realizar cabriolas y también citar de frente para clavar banderillas al estribo. Protagonizó una sorprendente pirueta de milimétrico ajuste en la cara del novillo, que finalmente se paró en los instantes finales complicando la ejecución del rejón de muerte.

Ficha del festejo:

27 de septiembre de 2024. Plaza de toros de Algemesí. Lleno. Octava de feria. Cuatro novillos de San Isidro de correcta presentación pero sin fuerzas ni casta, y uno para rejones de Hermanos Serrano (lidiado en tercer lugar: bueno)

Adrián Centenera: silencio tras dos avisos y oreja.
Javier Zulueta: silencio tras aviso en ambos.
Sebastián Fernández: oreja.