El traslado de los restos mortales de Josefa Naval Girbés desde el cementerio municipal a la parroquia de San Jaime Apóstol se convirtió en todo un acontecimiento en Algemesí. De eso acaban de cumplirse 75 años. Ocurrió el 20 de octubre de 1946, cuando la conocida como Señora Pepa llevaba 53 años fallecida.
Carlos Bueno.- Si su entierro fue una impresionante manifestación de luto en esta localidad, exhumarla fue una fiesta de la fe que se vivió con extraordinaria emoción por todos aquellos que la tenían por santa, y fueron tantos que colapsaron el recorrido del traslado.
Josefa Naval nació en la casa número 65 del carrer Nou a las tres de la mañana del 11 de diciembre de 1820. Hija del labrador Vicente Naval Carrasco y de Josefa Girbés Niclós, se crió en un ambiente profundamente cristiano, y desde los siete años se reunía con otras niñas para hacer con ellas un ratito de oración.
Quedó huérfana de madre a los 12 años, y se encomendó a la Virgen del Rosario del convento que habitaban los Dominicos al lado de su casa. Además de aprender a escribir, Josefa destacó en labores, especialmente en bordados, que más tarde le servirían para su obra de apostolado. Vivió con su padre y sus dos hermanos, y a los 18 años decidió hacer voto de perpetua virginidad. Cuando cumplió 30 años empezó con sus amigas las reuniones de lectura y formación espiritual en su casa de la calle Berca 16, donde luego vivieron las Misioneras de la Divina Providencia.
Para atraer y formar a otras jóvenes, se ofreció para enseñarlas a bordar gratuitamente. Tuvo tal aceptación por su arte en el bordado y su agradable trato, que en poco tiempo su casa se convirtió en un taller en el que se respiraba un ambiente de total cristiandad. Al grupo diario se fueron uniendo personas también los domingos encantadas de recibir su formación religiosa. Sus conversaciones espirituales infundían amor y aprecio por las cosas de Dios.
Después de una vida de entrega y atribuyéndosele numerosos milagros, falleció el 24 de febrero de 1893. Murió en olor de santidad y conmovió a todo el pueblo, como se vio en el entierro solemnísimo y extraordinario. Sus discípulas siempre subrayaron su caridad, su exactitud en cumplir los Mandamientos, su celo por el decoro del templo, su recato, su modestia, su siembra catequística…
Crónica de su exhumación y traslado
A las 10:30 del 18 de octubre de 1946, se trasladaron los miembros el tribunal nombrado por la Iglesia (para evitar posibles fraudes en la exhumación) hasta el cementerio municipal, donde se había congregado mucha gente.
A puerta cerrada se le dio orden al albañil de quitar la lápida y el tabique que cerraba el nicho, y con gran expectación quedó a la vista la caja, sobre la que permanecían las flores depositadas el día de su entierro sin haber perdido su color. A las 11:30 se procedió a sacar el ataúd.
Se abrieron las puertas del cementerio y entró la multitud. Mientras, se trasladó el féretro a la capilla interior. Llegó el momento de abrir la caja entre silencio y emoción. Al quitar la tapa se pudo ver que su cuerpo estaba entero y vestía el hábito de carmelita.
Con gran cuidado los médicos reconocieron su cuerpo incorrupto y la trasladaron a una nueva caja. A las siete de la tarde finalizaban las labores con el cierre del ataúd, con tapa de cristal soldada y lacrada con el sello del arzobispado. Todas las ropas y demás reliquias se guardaron en una bolsa precintada que se guardaron en la casa de la Señora Pepa.
Día y noche estuvo abierta la capilla del cementerio, por la que desfilaron más de 40.000 personas, algunas acompañando a enfermos para implorar su cura. Al día siguiente hubo misa de comunión y dos días después, el 20 de octubre, a las cinco de la tarde llegó el Prelado para el traslado.
Una comitiva de fieles la acompañó hasta la parroquia de San Jaime, donde se agolpaba una multitud incontable. A las siete de la tarde se depositaron los restos de la Señora Pepa en el sepulcro preparado en la capilla del Santísimo Cristo de la Buena Muerte de la Basílica.
Beatificación
El 25 de septiembre de 1988, Josefa Naval fue beatificada en Roma por Juan Pablo II, y actualmente está abierto su proceso de canonización. La diócesis de Valencia celebra su festividad litúrgica el 6 de noviembre y el primer domingo posterior a esta fecha.
Nota: Toda la información de este artículo se ha obtenido de los suplementos “Flor Parroquial” números 2, 3 y 4, cedidos por Vicente Navarro Llopis.